20 junio, 2013

Segovia, pequeña joya románica con acueducto incluido

La llegada a Segovia desde la parte baja impresiona, pudiera llamarse Vía Augusta la calle, aunque se llama Vía Roma. Claramente es un paisaje italiano en la Castilla española, que no puede más que extasiar, piedras muy bien colocadas, alto mamotreto y grandeza, bastante grandeza. A uno no le extrañaría encontrarse a escasos metros el Coliseo, las Termas o cuádrigas en vez de automóviles. Lógicamente, es enorme el reguero de turistas que pasean por los alrededores.



Luego, un crisol románico se nos abre de par en par, con un goteo continuo de Iglesias, Conventos y Palacios en cada esquina, incluso en calles que al principio parecen ultramodernas y acaban mostrándonos algún pequeño tesoro. Ejemplos habría tantos... Aquí es cuando uno entiende perfectamente el significado de la palabra "patrimonio" y la importancia de conservarlo. Personalmente una de las cosas que más me impactó fue la torre de la iglesia de San Esteban, más alta de lo normal para una iglesia románica, que incluso daba la sensación de que podía caerse en cualquier momento por el gran peso. (aquí debajo la tenéis).




Después, cuando uno se va adentrando más y más sigue descubriendo detalles, hasta llegar a la Plaza Mayor, a cuyo lado se encuentra la catedral, joya gótica tardía, con sus gárgolas y sus punzantes pinchos archifamosos, buen lugar para degustar un cochinillo o unos judiones en condiciones. Quizá su portada y su torre no son las más bonitas de España, pero esa parte trasera tan fotografiada y que es su signo de identidad es más que suficiente para merecer la pena.



Más abajo, mucho más abajo, llegamos al gran Alcázar, o castillo de Blancanieves, gran fortaleza de cuento por la que tantos y tantos reyes españoles y castellanos pasaron, con su foso, sus armaduras, sus cuadros de batallas, sus rincones que tanto habrán visto y oído, sus fuertes muros y sus vistas impresionantes. Dentro uno siente cómo la historia impregna todo su interior, y pareces casi oír a los reyes recibir a los emisarios, o a los generales preparar la batalla.





A las afueras tenemos también algunos interesantes sitios por los que pasar, como el Santuario de la Fuencisla, donde conseguimos 5 años y 40 días de indulgencia, y junto al que tenemos estupendas vistas desde abajo del Alcázar. Cerca podemos visitar también la enigmática iglesia románica de la Vera Cruz, si es que sigue siendo un enigma el tema de las Órdenes militares y religiosas de la Edad Media, donde la verdad es que quedaremos algo decepcionados.



En conclusión, un lugar que merece la pena visitar, sobre todo si se ama el románico (quizá sólo Zamora esté a una altura igual), aunque también si se aprecia el buen comer, donde destacan los judiones de la Granja y el famoso cochinillo.



En cualquier caso, y por supuesto, una visita obligada,  si se quiere ver la impresionante joya de acueducto, santo y seña de la ciudad. Y como siempre digo, los viajes no los hacen los lugares, sino las personas con las que los visitas, sea con tranquilidad o fugazmente, y en este caso, la compañía repite, así que gracias por esa compañía Montse.

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