14 noviembre, 2010

Primer documento escrito sobre gustos

Dicen que sobre gustos no hay nada escrito, bueno, había...

-Hay gente a la que le gusta fumar, a mí no. Hay gente a la que le gusta gritar como locos cuando le marcan al equipo rival, a mí no. Hay gente a la que le gusta soltar una cita famosa en cuanto tienen ocasión, a mí no. Hay gente a la que le gusta bailar reggaeton, a mí no. Hay gente a la que le gusta cazar, a mí no.

-Hay gente a la que le gusta la comida china, los dibujos animados japoneses, el ballet, los shawarma, el vino de menos de 3 euros la botella; a mí no mucho.

-Hay personas a las que les gusta la pechuga de pollo, las lentejas, las palabras graciosas, la música clásica que no ha envejecido, el pop de los 80; a mí también.

-Hay gente a la que le gustan mucho las puestas de sol, los yogures de coco, la lluvia fina, el juego de Xavi e Iniesta, los balones; a mí mucho también.

-También hay gente que lo tiene todo, y no precisamente por los gustos, sino por los disgustos: no les gustan las mujeres, los homosexuales, los prados verdes, los niños, los animales, las tradiciones... Sí, esos lo tienen todo.

-A otros les gusta todo: los pobres, los tristes, los niños, los ancianos, los heridos, los animales, las tradiciones, cualquier signo de vida... Sí, esos también lo tienen todo, pero en otro sentido.


El gusto es lo que nos convierte en seres con decisión, en seres diferenciados del resto. Si a todos nos gustara lo mismo, seríamos fáciles de domar, unos seres sencillos y dóciles, con un comportamiento perfectamente definido que ni haría falta fórmula matemática alguna para explicar. Si nos gustara lo mismo a todos, nuestro comportamiento sería demasiado parecido y obviamente aburrido. Está claro que no siempre se puede hacer lo que a uno le place, pero sería muy tedioso conocer la respuesta de un grupo al decirles: "Eh, chicos, ¿queréis un vasito de leche caliente con una cucharadita de azúcar y una magdalena?". ¿Qué pasaría si todos dijesen "síii, me gusta"... (Para los gobiernos sería genial: ¡Eh, ciudadanos y ciudadanas, os parece bien que suba los impuestos?...).

El gusto es divertido, a veces desconcertante y otras une mucho. ¡Qué sentimientos tan increíbles se producen en nosotros cuando alguien nos dice!: "A mí también me gusta mucho...". Y al contrario, qué raros nos sentimos cuando alguien nos sorprende diciendo que no le gusta algo como por ejemplo el chocolate... Qué divertido es preguntar a un grupo si les gusta algo, será como unas elecciones al parlamento, con su bipolaridad y con sus partidos bisagra: ¿Niños, os gusta la zanahoria?: 1.Síiii; 2.Noooo; 3.Cruda no, pero cocida sí; 4.Sólo la rallada de bote; etc.

El gusto está infravalorado como sentido, ante la preponderancia de la vista y el oído, pero sería muy triste perderlo y dejar de notar los maravillosos matices que produce en nuestra lengua cualquier cosa que la toca. Dulce, salado, ácido, amargo, etc. Eso sí, sin el olfato, el gusto perdería gran parte de sus posibilidades.

No quiero extenderme, ya que este es el primer documento escrito sobre gustos en la historia, así que no quiero cansar. Esto sólo abre una vía para que futuros investigadores continúen mi legado... En fin, quisiera terminar hablando de la maleabilidad de los gustos. ¿Cambian a lo largo de la vida?, ¿podemos elegir cambiarlos a nuestro "gusto"? Yo, personalmente, opino que nos es endiabladamente difícil cambiarlos a nuestra decisión, pero que los diferentes cambios que se producen en el entorno que nos rodea, nos hacen cambiarlos: paso de los años, envejecimiento del cuerpo, estaciones del año, sociedad en la que nos encontremos, nivel económico, crisis de un determinado producto o desaparición o dificultad para encontrar cierta cosa que nos gustaba.

Un caso concreto de esto es el de la comida: la mayoría de los niños pequeños odian las verduras y gran variedad de otros alimentos (con razón, porque les saben asquerosos). Conforme van creciendo y haciéndose mayores, sus papilas gustativas van perdiendo esa sensibilidad que tenían de pequeños, y ya no reciben ese mal sabor con tanta fuerza, por lo que cuando vuelven a probar esos alimentos, de mayores, ya no les resultan tan horribles y son capaces de comerlos sin problemas. Las madres les dicen que es que antes eran demasiado delicados, pero en realidad es porque su gusto "fisiológicamente" ha cambiado.

Otro caso es el de cuando decimos que no nos gusta algo que no conocemos o que no nos hemos parado a "probarlo", ya sea comida, un tipo de música, una religión, una militancia, una persona, unos colores, etc. A veces los probamos y nos damos cuenta de lo equivocados que estábamos y del tiempo perdido. Y al revés, algo que nos ha estado gustando toda la vida, de pronto deja de gustarnos, no se sabe por qué, lo "aborrecemos", ya sea una persona, una comida, un tipo de arte, una religión, unos colores... De pronto los vemos como lejanos de nosotros, como ya no tan nuestros, y aunque a veces sea traumático (en el caso de los cambios de gusto "fisiológicos"), no tenemos otra opción: si el chocolate empieza a sabernos mal de repente y nos causa casi el vómito, pues no queda otra que quitarlo de nuestros gustos.

Y aquí acabo, con mucho gusto, de haberos hablado de gustos.

Por Cierto: Dichosos sean los que tienen buen gusto, y también a los que les gustan muchas cosas, porque ellos serán más felices que los que tienen mal gusto y a los que les gustan pocas cosas.

1 comentario:

Jesús dijo...

Está gracioso el post, me gusta (jeje)