11 febrero, 2007

Papeles que se comen, sólo para gourmets

¡Ahh!, la comida, esa parte tan buena de la vida, ese mundo multicolor de sabores, gustos, colores, texturas, sentimientos, alegrías y a veces penas. Esa dulzura, esa amargura, esa personalidad tan salada y a veces ácida. Esos platos de cocido, de olla, esos animales asados, esas verduras tan bien condimentadas, esas comidas típicas italianas, japonesas, españolas, austriacas… ¡ah!, la comida.

No os preocupéis, hay para todos… todavía, porque en unas décadas seremos demasiadas bocas que alimentar por este desdichado planeta llamado Tierra. Pero no, no pasa nada porque llegó el futuro, lo que muchos estábamos esperando: ¡el papel que se come! ¡el papel con sabor a lentejas! Sí, por fin lo que necesitaba: se acabó el descongelar los platos de mi madre, se acabaron los fritos (ahora bastará con comerse un papel con sabor a croqueta o violete). Sí, ahora habrá siempre sitio en la nevera, y por la mañana podremos tomarnos un vaso de agua con sabor a leche y a zumo de naranja. Sí, esto es el futuro (como vemos, el problema del agua aún no está resuelto). Todas las comidas, todos los sabores, todos los platos, podrían quedar plasmados en una simple oblea. Sí, eso sí que es avance en una ciencia.

No sé todavía qué pensaban los grandes cocineros del mundo cuando vieron a aquel chaval pasando por la impresora unas fotos de comida, que daban como resultado una especie de papel que tenía sabor propio y que había que comer como si de turrón se tratara. ¿De verdad sabe igual? Dudo mucho que pueda conseguir el sabor de la morcilla, sí, o el verdadero éxtasis del chocolate, o la suavidad y textura de un violete. Quizá pueda alcanzarse la dulzura de un bizcocho de la princesa, de un Manolete; pero hay cosas que dudo mucho que lleguen a existir. ¿Y por qué no?, ¿no hay helados de chorizo? Pues se haría igual, aunque no es lo mismo cuando el papel no chorrea de aceite, y no tiene una fina capa de grasa que llevarse a la boca…

Tranquilos, esto acabará llegando, pero no todavía. Disfrutemos de los platos hasta que no tengamos tiempo o no haya ingredientes para prepararlos, entonces iremos todos a la papelería a comprar una buena “libreta de comida” con los platos para un mes, con un menú cuidadosamente preparado: de primera hoja tenemos una oblea amarilla y verde con sabor a ensalada de maíz y endivias. De segunda hoja tenemos una, multicolor, con sabor a cocido madrileño. De tercera hoja, una color marroncillo con pollo a la milanesa (que no sé lo que es). Para el final, un ‘post-it’ o postre, que consiste en una hojita amarilla pequeña con sabor a natillas. Mmm, delicioso. Para el final, qué alegría: todavía nos queda café; pero claro, tampoco será parecido al de ahora, ¿o sí? Quizá tan malo como el de muchos sitios, pero quizá esto sí mejorase con la llegada de la tecnología, con las nuevas impresoras de inyección de café, de chorro de leche o de poleo-menta. No dudo ya que la carta del menú de mi boda será comestible, aunque una cosa es segura: no repartiré cigarrillos, y es lo mejor que puedo hacer…

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