10 diciembre, 2006

Nuestro recuerdo olvidado, un tesoro si es encontrado

¿Qué siente alguien cuando de pronto puede retroceder 30, 40 años, coger ese momento y sentirse dentro durante un rato? ¿Qué se siente al recuperar tu juventud, tus 20, 30 ó 40 años? Pocos privilegiados pueden conseguir algo así. Otros nos esforzamos por nunca sentir que no estamos ya en la juventud. Pocos pueden revivir cosas más que con un simple recuerdo evocado por un sabor, un olor, un color, una vista conocida, un objeto antiguo…

Un señor que salió en los medios acababa de recuperar su flamante Corvette, su flamante vehículo de juventud comprado con el sudor de su frente, y a estrenar, para ir de fiesta en fiesta paseando a las chicas. Hoy, el señor está más cerca de los 70 que de los 60; hoy, no podríamos pensar siquiera en que ese señor hubiese sido joven alguna vez, pero lo fue. Además, hoy y sólo hoy, ese señor tenía 25 años; sí, era un chavalín que recuperaba por un momento esos años quizá muertos, y ahora revividos por ese montón de chatarra que había sido sustraído de su garaje casi 40 años antes.

Me recuerda a la caja que una vividora llamada Amélie Poulain devolvió al niño que la guardó detrás de un ladrillo de su casa, 40 años antes, cuando el Águila de Toledo volaba por las carreteras francesas sobre sus tubulares. Sí, podrían pensar que ese chaval ya no lo sería tanto, pero sí; para mí, Amélie Poulain le devolvió la caja al mismo niño que se la dejó. Sólo ese mismo niño habría llorado al verla, habría tocado con tanta delicadeza esas viejas postales, esa figurita de una bicicleta; sólo ese mismo niño. Si ese niño hubiese muerto dentro de él, apenas se habría fijado, y habría sido más importante para él saber quién se la había devuelto; pero no, el niño estaba ahí, y lo importante era que la caja había vuelto, que su niñez había vuelto y que si la tenía olvidada un poco, ahora podía evocarla y sentirla de nuevo, y quizá quedarse ahí para siempre: cuando las cosas hacen menos daño, cuando todo cobra más importancia y cuando lo importante no es más que una mera anécdota.

Sí, siento envidia por ese hombre que se montó en su viejo Corvette (que ahora regalará a su hija, ¡cosas de la vida! y del paso del tiempo) como un adolescente con un coche nuevo, que ahora es una reliquia de museo, y que veremos a ver si acaba andando tras pasar una temporada en el taller.

Me pregunto si me sentiría igual al recibir algo que guardé de joven (de niño, porque joven soy; bueno, niño soy siempre porque así nací y no querría cambiar las cosas buenas que recibí), si lloraría de nostalgia por el tiempo pasado, de alegría por lo bien que lo pasé o por reencontrarme con un viejo recuerdo. Sí, es bonito y a todos se lo aconsejo. Muchos guardamos cosas que luego no queremos para nada, pero si las encontráramos 30 años después, serían quizás nuestro mayor tesoro. Esto ocurre a veces con la niñez, con la juventud, ya que las matamos para siempre o las circunstancias las matan. Algunos tienen suerte y las encuentran de nuevo tras la jubilación o antes, pero 30 años después de perderlas: entonces se dan cuenta de que eran su mayor tesoro y que querrían haberlas tenido durante todo ese tiempo.

Para los que aún tengáis un tesoro: no lo guardéis, utilizadlo, sentidlo, vividlo, estad con él, aunque sea una persona o un objeto; otros los perdieron para siempre y sólo unos pocos los encontraron, pero no podrán recuperar el tiempo perdido...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Con los tesoros hay que tener cuidado también... mira como acabó el Gollum de las narices. ;) Buen post, muy bonito...

infopoeta dijo...

Es bonito tener ese espíritu infantil y poder ver las pequeñas cosas. El ejemplo de Amélie es muy bueno y creo que otra conocida común con nombre de 3 letras tiene ese espíritu algunas veces, y verlo es como ver al hombre al que le devuelven su cajita :).

Javi dijo...

Gracias jesús.

Uf, infopoeta, no pillo... ah, ¡ostras!, vale... es que estaba un poco espeso (de todas formas te preguntaré, aunque con tres letras no me suenan más... xD). Querría no perder ese espíritu, pero el tiempo dirá.